José Miguel Benavente

Triángulo de Sábato o Sistemas Nacionales de Innovación

Por: José Miguel Benavente | Publicado: Martes 15 de julio de 2014 a las 05:00 hrs.
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Hace una semana atrás se llevó a cabo el encuentro anual de los científicos colombianos organizado por Colciencias, institución hermana de nuestro Conicyt. Junto a varias personalidades del mundo científico, fueron también invitados jóvenes emprendedores, empresarios consagrados y autoridades públicas relacionadas con la innovación. En el aire estaba el conflicto, que también ocurre en Chile, sobre si los esfuerzos científicos deben enfocarse a mover la frontera del conocimiento y la formación de capital humano o si también deben verse como parte de un mecanismo más complejo relacionado con la creación de valor a través de la innovación.

Analíticamente la discusión se centró en si la forma de entender el quehacer científico podría ser caracterizado por lo que se denomina el Triángulo de Sábato, la versión original de lo que hoy conocemos como la triple hélice o más bien aquel derivado de los Sistemas Nacionales de Innovación. La diferencia fundamental entre ambos es que en el primer caso, el mundo científico se entiende como formando parte fundamental y en similar relevancia a rol que se demanda del Estado como también del mundo productivo. Aquí se enfatizan los vínculos entre estos tres jugadores, los que están situados, literalmente, en cada esquina de este triángulo virtuoso. En cambio, bajo la mirada de los sistemas de innovación es la firma, entendida como aquella generadora de valor, la que está al centro del sistema, siendo rodeada por los demás agentes. Tanto el Estado como la ciencia aparecen siendo funcionales al quehacer empresarial, pudiendo tratarse de empresas públicas aunque se entiende principalmente privadas.

El mundo científico se siente más cómodo con el triángulo, aunque algunos muy a regañadientes pues poco le interesa el mundo productivo. En cambio, aquellos pertenecientes al ámbito de la innovación se sienten mas cómodos con el segundo viendo al mundo académico como un potencial generador de conocimiento y capital humano calificado. La pregunta natural es cómo el Estado debe verse a sí mismo y cuál marco analítico es el más adecuado para entender su rol.

La experiencia de muchos países desarrollados es que se necesitan ambos. Es decir, dependiendo de la agencia pública que se trate es la forma que ven su rol en este sistema como también acerca de la labor de los demás para que todo funcione. Lo que es fundamental es que ambas visiones estén en el Estado.

En nuestras sociedades latinoamericanas se ha privilegiado la primera y en mucho menor medida la segunda visión. A las autoridades públicas les cuesta entender que en el fenómeno de la innovación las empresas son fundamentales y que se requiere apoyo público para hacerlo. Hay muchas fallas de mercado que justifican el accionar público, tan relevantes como ocurre en el ámbito científico.

Se necesita buscar entonces el espacio donde ambas visiones se encuentren y debatan. El Consejo Nacional de Innovación es un lugar ideal para hacerlo, y un privilegio que tiene Chile y que otros países de la región carecen.

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